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Le Monde du Sud// Elsie news

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Haïti, les Caraïbes, l'Amérique Latine et le reste du monde. Histoire, politique, agriculture, arts et lettres.


Oaxaca: Represión a la Guelaguetza Popular

Publié par Elsie HAAS sur 29 Juillet 2007, 20:34pm

Catégories : #NUESTRA AMERICA

 (Dans cet article, Jose Antonio Guiterrez témoigne d'une violente attaque de l'armée contre la population de Oaxaca, le 15 juillet dernier. C'était un jour de fête et les rues ruissellaient de joie, de senteurs, de musique. La population avertie veillait à éviter toute provocation policière, mais ne put cependant l'éviter selon le témoignage de Antonio Guiterrez, présent sur les lieux )

 Par José Antonio Gutiérrez D.

El 16 de julio había sido un día de fiesta. Los dos días anteriores, de convite y calendas, habían visto al pueblo oaxaqueño pasear sus trajes de fiesta por calles que se llenaban, a su paso, de aromas, colores y música. Los toros habían escupido fuegos de artificio por el trasero ante la mirada maravillada y entusiasta de la asistencia, desde los más viejos hasta los más jóvenes. La alegría inundaba las calles. Y es esa alegría, incontrolable, no comercializable, que ni se compra ni se vende, lo que más amargaba al tiranuelo de Ulises Ruiz. Pues la APPO, con una espléndida celebración popular, opacaba al espectáculo farsante y mercantil que era la Guelaguetza oficial. Las dos Guelaguetzas simbolizaban las dos Oaxacas en pugna: la Oaxaca de los de abajo y la Oaxaca de los de arriba. Un insondable abismo existe entre ellas.

Incapaz de tolerar tanta alegría, el tiranuelo impotente debió recurrir a la violencia pura y simple. Con toda clase de excusas –radicales, guerrillas, EPR, etc.- cerró el Fortín, donde se realizaría el último día de las celebraciones, la Guelaguetza. PFP y Policía Municipal, entre otras agencias policíacas, así como 250 efectivos del Ejército, se encargaron de cerciorarse que el pueblo no se divierta tanto ni tan autónomamente. Así el tiranuelo enfrentaba con sus armas y gases químicos a las únicas “armas” que el pueblo llevaba ese día: trompetas y bandas de bronces.

No era una marcha, no era una protesta: era una fiesta popular. Las decenas de miles de personas que se congregaron –que por lo bajo deben haber sido unas 40.000- para alegrar las calles fueron recibidas en su camino al Fortín, por una población entusiasta que les salía a saludar, a fotografiar, a aplaudir. Nada, absolutamente nada, hacía presentir la tragedia que desencadenarían luego las fuerzas represivas. Pues como la población salió a recibir a la Guelaguetza popular, también en el Fortín, les salió a recibir la PFP y todas las demás fuerzas represivas. El pueblo fue prudente, pues nadie quería provocar. Nadie andaba de ese ánimo. La gente sencillamente quería festejar, bailar, reír y compartir con sus familias. La masa pensó que era imposible que reprimieran una fiesta, la masa pensó que la razón se impondría y que sería permitido el paso para celebrar la fiesta como se había acordado. La masa no conocía lo suficientemente bien lo profundo que es el odio del tiranuelo contra el pueblo de Oaxaca.

Nos detuvimos frente a la policía. Incluso, la seguridad de la marcha se encargo de mantener una prudente distancia de tres metros entre la policía y los manifestantes. Nada de eso podía evitar el desenlace represivo, pues desde el comienzo los perros del Estado estaban con un pie adelante, prestos a cargar contra el pueblo. Y así lo hicieron. Unas cuantas piedras fueron arrojadas en un minuto de tensión, desde la policía hacia el pueblo. Nadie de nuestras filas provocó. Nadie. Pero tras los empujones y las piedras, lógicamente hubo quien reaccionó de igual manera y se armó el desmadre. Desmadre el cual la policía las llevaba de ganar, siendo respaldados por el Ejército y atacando cobardemente a un pueblo que iba con sus dos manos vacías. Insistimos: eso no era una marcha y nadie esperaba semejante represión. Ni siquiera había banderas que las organizaciones pudieran haber transformado en improvisados garrotes para tratar de igual el potencial represivo de los uniformados. El pueblo no tenía nada, y trató de defenderse con lo que tuvo a mano, con mucha valentía y coraje.

El saldo es conocido: más de 50 detenidos, al menos 20 desaparecidos, decenas de heridos y un compañero en extrema gravedad. El compañero Emeterio fue detenido en perfectas condiciones físicas y luego, ya bajo custodia policial, sus órganos internos fueron reventados con un sádica paliza. Algunas fotos de los detenidos, mostradas por la prensa a guisa de cabezas-trofeos de presos de guerra, mostraban claramente las marcas de los golpes y las torturas recibidas de manos de los uniformados. Hoy el hostigamiento a los luchadores sociales y la detención selectiva de compañeros vuelven a estar a la orden del día.

El Estado de Oaxaca, encabezado por Ulises Ruiz, nuevamente ha debido recurrir a la violencia como una torpe medida para acallar las voces disidentes oaxaqueñas. Los uniformados de este país han vuelto a manchar sus manos con sangre popular. En el país donde antaño los guerreros eran águilas y jaguares, hoy a los uniformados apenas les da para ratas y hienas hidrofóbicas. Los medios, por su parte, se dedicaron como siempre a su campaña de distorsión de los hechos, hablando de provocadores en medio de la APPO: sépase bien que las únicas provocaciones vinieron por parte de la policía, del Estado y de los medios de comunicación que días antes ya habían comenzado una campaña de terror y hostigamiento, que el 16 de julio se expresaron en las abiertas provocaciones y violencias policiales.

Mucho más que las declaraciones de la prensa, nos preocupan declaraciones apresuradas hechas por dirigentes del magisterio a la prensa local culpando de la represión a los grupos “radicales”. Dichas declaraciones, es necesario aclararlo, fueron absolutamente contrarias al sentir de las amplias bases del magisterio que han demostrado una solidaridad valiosísima con esta lucha. Aunque luego los dirigentes hayan echado para atrás estas declaraciones, la calumnia quedó lanzada e impresa. ¿Qué pretenderían con tales aseveraciones? ¿No es esto sinónimo de señalamiento? ¿Esperarían congraciarse con las autoridades de esta manera? Quiero aprovechar esta ocasión para hacer un sencillo recordatorio: las exhortaciones al opresor nunca han dado resultados a la larga. Con tales acciones apresuradas solamente dañan al movimiento y no sacarán nada a su favor. Roma no paga traidores. Nunca lo ha hecho ni nunca lo hará. La hora es de cerrar filas y cuando uno se arroja a la lucha, ya no es cosa de bajarse. Las discusiones que se den por dentro del movimiento, al calor de la solidaridad en la lucha, pues todas estas actitudes son funcionales al programa de dividir y reinar del tiranuelo.

Tenemos varios compañeros presos y eso nos duele. Tenemos un compañero casi muerto y eso nos duele. Y nos duele más porque aquel compañero en extrema gravedad lleva un mundo nuevo en su corazón, mientras que a Ulises y a sus matones apenas les cabe mierda en su corazón y su cabeza. Pero se equivocan si creen que con más represión lograrán acallar al movimiento popular oaxaqueño o doblegar a la APPO. En estas latitudes, por cada muerto germinan mil nuevos luchadores. Su violencia muestra su desesperación, nuestra alegría muestra confianza. Las dos Oaxacas, la de abajo y la de arriba, siguen intactas, luchando por imponerse la una sobre la otra. De la mano del poder popular, la de abajo sabrá imponerse, estamos ciertos de ello. Y cuando lo haga, el pueblo será libre de bailar y reír en las calles. Necesita Ulises Ruiz mucho más que balas para apagar la alegría del pueblo. Y es que alegría rima, y siempre rimará, con rebeldía. Ese es el miedo del tiranuelo.

José Antonio Gutiérrez D.
Oaxaca, 17 de julio del 2007

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